LA REALIDAD SUBJETIVA
Nuestras emociones y expectativas crean nuestra realidad. El destino se arrodilla obediente a hacer que a nuestro alrededor pase exactamente lo que creemos que va a pasar. Cada uno de estos patrones, cuando son negativos acumula, en proporción al tamaño del evento, pequeñas bombas de tiempo que un día se unen y explotan.
La buena noticia es que el proceso es reversible. Simplemente tenemos que cambiar nuestros patrones habituales de conducta y pensamiento. Dije que era reversible, no que fuese fácil.
El secreto radica en ceder, tener mente abierta y considerar otras opciones. Cada uno de nosotros piensa que nuestra concepción de la realidad es acertada y que nuestros argumentos son indiscutibles. Sigamos pensando así, pero entonces compremos todos los seguros posibles porque los vamos a necesitar y preparémonos para que nuestro destino siga siendo lo que nosotros creemos que será.
A quienes están interesados en profundizar y les llame la atención esta filosofía, les recomiendo estudiar las doce reglas de Descartes, escritas hacia el año 1620, para dirigir la mente; los doce pasos de Alcohólicos Anónimos para superar una adicción son también muy interesantes. Ambos, aunque la comparación no sea literal, tanto las reglas de Descartes como el programa de los doce pasos hacen énfasis en el poder de la mente y en que lo único que realmente controlamos en el mundo son nuestros pensamientos. Se requiere disciplina, optimismo y determinación.
Lo que vemos pasar a nuestro alrededor es producto de nuestra mente:
• Las personas que tienen miedo se encuentran frecuentemente en situaciones peligrosas.
• Quienes desconfían ven cosas sospechosas por todas partes.
• Las personas con un bajo concepto de sí mismos viven cruzándose con gente humillante.
• Los celosos ven amenazas y coqueteos en todas las interacciones que su pareja tiene con otros.
• A los hipocondriacos, todo los enferma.
El doctor Hawkins hace una recomendación muy interesante: seamos cuidadosos con los mensajes que le enviamos al cerebro; por ejemplo, casi siempre, al estornudar, miramos alrededor para encontrar la fuente que lo provocó; sea cual sea la conclusión a la que lleguemos sobre lo que ha causado el estornudo, esta se convierte en una especie de orden perentoria para el cuerpo. La próxima vez que nos crucemos con dicha fuente, el cerebro enviará sus mensajeros de urgencia a la nariz para que estornudemos. Entonces comprobaremos, por llamarlo de alguna manera, nuestra teoría, y la conclusión se convertirá en una verdad.
Noten que casi siempre nuestras afirmaciones se vuelven realidad: esta grasa se va a ir directo a la barriga, mañana el dolor de cabeza va a ser horrible, esto me va caer mal, la leche me irrita, el pan me engorda, no voy a poder dormir y otras tantas expresiones similares.
¡Cambiemos eso, y hagámoslo desde este momento!
No sugiero que seamos negligentes o miopes a la realidad. Es vital encontrar el equilibrio entre la prevención y la programación mental negativa. A decir verdad, este es un tema un tanto conflictivo para mí, como otros. Soy consciente y cuidadoso con las afirmaciones que hago, pero es complejo determinar cuando estoy siendo terco y desconociendo hechos concretos. El problema de nuevo es identificar los hechos concretos acertadamente. Si aceptamos teorías equivocadas como realidades, estaríamos caminando sobre burbujas.
Ser constante y tener nuestros sentidos alerta logrará los cambios lentamente y mostrará las respuestas. De hecho, el universo me ha mostrado ya la respuesta a muchas preguntas que tuve por años.
Alguna vez leí algo interesante (no recuerdo exactamente dónde) que practico a menudo: cuando nos suceda un evento negativo, culpemos a aspectos temporales; así mismo, cuando nos ocurra algo positivo, atribuyámoslo a aspectos permanentes.
Por ejemplo: si nos va mal en un examen, en vez de decir “es que soy negado para la química”, digamos “me faltó estudiar más”; en vez de afirmar “no soy bueno tomando decisiones”, digamos “no tuve el tiempo suficiente para estudiar las opciones o no tuve la información completa para tomar una buena decisión”; en vez de pensar –“siempre que tengo una cita importante, me quedo dormido y llego tarde o la pierdo”, pensemos “debí haber puesto el despertador más cerca de la cama o haberle pedido a alguien que me despertara”; en vez de decir “cuando estoy viendo televisión, se me olvida el resto del mundo, digamos “el programa estaba tan interesante que me olvidé de lo que tenía que hacer”.
Es recomendable hacer una lista con frases similares, las que usen con más frecuencia; escriban al frente la alternativa positiva y pongan copias en varios sitios hasta que se les grabe en la memoria. De esta manera el hecho negativo se puede evitar en el futuro, simplemente corrigiendo lo que hicimos mal antes.
También aplica con aspectos positivos: en vez de decir "es que soy muy de buenas", digamos "realmente me preparé bien o “siempre me va bien en las entrevistas"; en vez de decir "me dieron este premio porque había pocos candidatos, digamos "me alegro de haber sido reconocido por algo que hago bien"; en vez de pensar "ganamos porque el otro hizo todo equivocadamente", pensemos "hicimos las cosas bien y por eso ganamos."
O digan lo que digo yo: “no me preocupo porque todo me sale siempre bien”.
Evitemos ser arrogantes, pero no ignoremos nuestras virtudes. La buena suerte es necesaria; lo importante es que siempre confiemos en que la tendremos. Y si la mencionamos, hagámoslo de corazón y con humildad.
La idea es clara. Es muy importante que también apliquemos estos principios cuando interactuemos con otros, especialmente con niños.